domingo, 19 de agosto de 2012

Solo

Siento que una oleada de alivio recorre al grupo. Ya no tendrán que decidir si me dejan entrar, ya no tendrán que sentirse obligados a aceptarme entre ellos sólo porque le salvé la vida a uno de los suyos. Ya no soy un problema para ellos. Sin embargo, ellos no me importan lo más mínimo. Los únicos que me importan, ahora mismo, son mis compañeros. Mishel está tan trastornada que no sé si realmente es consciente de lo que está pasando, y a Lukas apenas lo conozco. Y luego está Alex.

Le ha dolido lo que acabo de hacer, y mucho. Lo sabía desde el principio, y ha sido lo único que me ha hecho dudar de mi decisión, pero lo que ha ocurrido esta noche me ha hecho darme cuenta de que no puedo quedarme con ellos. Por mucho que me duela, no seré una ayuda sino un problema. Por supuesto, no me dejará marcharme sin una explicación y probablemente lo acabe haciendo en contra de su voluntad, de todas formas. Entiendo que se siente protegida a mi lado, aunque lo que pasa es que no es consciente del peligro que corre.

Me coge de las muñecas y me mira con tanta tristeza que hace que me duela el pecho. 
- ¿Qué vamos a hacer sin ti? -se le quiebra la voz al final de la frase.
- Lo mismo que cuando me marché la otra vez, Alex -respondo, y el recuerdo de mi huida sin explicaciones parece que reaviva otra herida. 
Esta vez voy a hacer las cosas bien.
- Voy a marcharme hoy mismo -digo, dirigiéndome a Marcus y su grupo-. Podéis quedaros con el todoterreno. Sólo os pediré que me devolváis mi arma y que me deis una mochila con algunas cosas que pueda necesitar. 
Marcus asiente. Una mochila con utensilios de supervivencia a cambio de un todoterreno. Si tienen acceso a una fuente de combustible, es un gran negocio.
- También me gustaría tener unas palabras con Alex -añado-. En privado.
- No tengo inconveniente -dice Marcus-. ¿Podéis hablar aquí fuera, en la puerta? Nos llevaremos a Mishel dentro y nos ocuparemos de ella.
- De acuerdo -respondo. El grupo entra en el instituto, y nos quedamos solos. Respiro hondo, y trato de poner en orden mis pensamientos.

Alex se queda mirando la puerta cerrada unos momentos, y luego se vuelve hacia mí. Me cuesta sostenerle la mirada. Ella no dice nada, espera pacientemente a que yo empiece a hablar. La verdad es que tampoco le hace falta, el dolor se le ve claramente en el rostro. Vuelvo a coger aire.
- Sé que esto te duele mucho, Alex -empiezo-. Pero créeme, si me marcho es porque no he encontrado otra salida.
- Entonces me voy contigo.
- No, no puede ser. No puedo estar con nadie, no puedo estar cerca de las personas.
- ¿Por qué? -ahora parece asustada. No quiero que me tenga miedo, pero a lo mejor así aceptaría mejor mi partida.
- Porque soy un peligro para todos.
- ¿Un peligro? -dice, levantando las manos-. Pero si eres tú el que siempre nos ha protegido de todo.
- Lo sé, Alex, y siempre he querido protegeros. Pero hay algo en mí que va mal, y cuanto más tiempo paso junto a otras personas, se va volviendo peor. Esa fue la razón por la que me marché la otra vez, porque tenía miedo de haceros daño. Nunca me alejé mucho del grupo, pero no podía compartir una habitación con vosotros porque no sabía en qué momento podría perder el control.
- Isaac... ¿por qué no nos has contado nada? 
- ¿Qué os iba a contar? ¿Que soy medio zombi?
- ¿Eres medio zombi? ¡No me había dado cuenta!
El sarcasmo de su última frase me duele un poco, pero trato de no enfadarme. No quiero discutir con ella, sólo despedirme como es debido.
- Tienes que haberte dado cuenta de que no es seguro estar conmigo.
Alex hace una pausa, respira hondo y me mira. Supongo que a ella también le cuesta organizar sus emociones ahora mismo.
- Mira, esto es lo que sé -dice-. Un zombi te mordió. Te inyectaron algo que supongo que pretendía ser una cura, pero los tíos que lo hicieron no se quedaron para ver si hacía efecto, en lugar de eso tomaron unas cuantas muestras y se fueron, lo cual no entiendo. Y luego despertaste, era como un milagro, y entonces resultó que estabas un poco raro, pero antes de que pudiéramos aclarar qué iba mal, desapareciste. Me dolió mucho, ¿sabes? que te fueras sin decir nada. Aunque al menos, entonces, estaba Sam... Y después de que nos pasara de todo, en el peor momento, apareciste y me salvaste la vida. No creas que no vi lo que hiciste para protegernos... destrozaste a aquellos hombres. ¡Pero ellos eran unos monstruos! Y luego te dedicaste a matar zombis. Entonces, ¿por qué eres un peligro para nosotros?

Hace una pausa y los dos nos quedamos callados un rato. En ese momento, la puerta del instituto se abre y vemos aparecer a dos muchachos con una mochila. Me quedo quieto, congelado sobre mis pies, así que Alex se acerca a ellos por mí y la recoge. Vuelven dentro en un segundo, y ella revisa el contenido de la mochila.
- Una manta, cuerda, dos mecheros, agua, unas latas de comida, una navaja, una vela, una linterna y pilas -enumera-. Y tu pistola.
- Bien -asiento-. Puedes quedarte con la comida, no la voy a necesitar.
- ¿Por qué no la vas a necesitar? -pregunta con cautela.

No sé muy bien cómo empezar. Al final me decido a hablar.
- Esas cosas que hice a aquellos hombres, todas esas cosas horribles... podría hacerlas a cualquiera de vosotros, a cualquier persona dentro de ese instituto. Podría ocurrir en cualquier momento, no sé cuándo podría perder el control.
- Pero te has controlado mientras has estado con nosotros...
- Sí, pero recuerda que hacía poco tiempo que había... que había comido, porque eso fue lo que hice con aquellos cabrones. Me los comí -suena todavía peor en mi boca que en mi cabeza-. A medida que pasaban las horas se ha ido haciendo más difícil... tengo mucha hambre, Alex, y la comida normal me hace poner enfermo. Necesito carne fresca.

Da un par de pasos hacia atrás. Parece asustada. No quería darle miedo, pero supongo que es inevitable.
- Ayer, cuando llegamos y nos obligaron a desnudarnos, sentí que podía saltar sobre cualquiera de vosotros en cualquier momento. Preferí quedarme fuera con Mishel, porque no sabía cómo iba a reaccionar estando rodeado de gente. Después, cuando se acercaron los zombis, justo al salir el hombre de los bocatas... Una vez acabé con ellos, mi primer instinto fue lanzarme sobre el hombre y darme un festín. Tuve que emplear todas mis fuerzas para concentrarme en no hacerle daño. Me acerqué a él muy despacio, y conteniendo la respiración, y aún así el hambre hacía que me doliera el estómago y me hirviera la sangre. Estuve a punto de perder el control, y eso es algo que no me puedo permitir.
- Díos mío, Isaac...
- Nunca quise que me tuvieras miedo.
- Yo nunca te tendré miedo -dice ella, pero su forma de mirarme ha cambiado.
- Eso es una temeridad por tu parte -le digo, aunque se me escapa una sonrisa-. ¿Entiendes ahora por qué no puedo hacer otra cosa que marcharme?
Me mira un rato, y al final asiente lentamente con la cabeza.
- Si esta gente se entera de tu condición, no sólo no te dejarían entrar aquí, sino que tú también estarías en peligro. 
- Supongo que puedo contar con que no dirás nada. Si me convierto en una amenaza para ellos, no me extrañaría que Marcus viniera a por mí. La forma en que me han mirado... creo que me tienen miedo.
- No te preocupes -dice ella-. Mientras no hagas daño a ninguno de los suyos, no creo que pase nada.
- Para no hacer daño a nadie, necesito alejarme. ¿Lo entiendes?
Suspira.
- Lo entiendo. ¿Dónde irás?
- No lo sé -digo, y me vuelvo para mirar a mi alrededor-. Creo que al bosque, por el momento, lejos de la gente. A lo mejor un tiempo a solas me sienta bien. Quizás en algún momento pueda volver.
- Eso me gustaría.
- Siento tener que despedirme de ti. Desde aquella noche en el hospital pensaba que íbamos a estar juntos hasta que todo esto terminara. Formamos un buen equipo.
- Sí, aunque esto no tiene pinta de acabarse, ¿no crees?
- Te echaré de menos.
- Y yo. Si en algún momento necesitas ayuda, ya sabes dónde encontrarme -hace un gesto con la mano, señalando el instituto.
- Gracias. Tú puedes... no sé, proyectar el signo de Batman en el cielo, tal vez lo vea y pueda venir en tu ayuda.
Se ríe, el sonido de su carcajada me reconforta. Al final yo también me río. Otra vez esta chica me sorprende, sacando fuerzas de quién sabe dónde para seguir adelante.
- Buena suerte, Isaac -dice, y me abraza. Yo la abrazo también, y nos quedamos así un rato. Entonces, la maldita sensación en el estómago, el impulso de clavarle los dientes en el cuello, me obliga a separarme de ella. Cierro los puños con fuerza y trato de concentrarme de nuevo.
- Lo siento -me mira otra vez con esa tristeza suya que echa abajo mis defensas.
- Tú no tienes la culpa. Cuida de Mishel y Lukas. Y sobre todo, cuídate mucho, Alex.
- Y tú.

Me cuelgo la mochila al hombro y me doy la vuelta. Echo a andar, sin volver la vista atrás, aunque sé que ella está ahí, en la acera frente a la puerta del instituto. Sigo andando, sin volverme, hasta saber que ella ya me habrá perdido de vista. Miro a mi alrededor, las calles desiertas de Cornwell parece que me devuelven la mirada. Estoy solo.

miércoles, 15 de agosto de 2012

En deuda

El alboroto dura poco. Algunos de los habitantes del instituto salen intentando acallar los gritos de los que han observado la escena desde las ventanas y, sobre todo, de una mujer que llora histérica en la entrada principal. El hombre que había salido con la comida es sometido al examen de rigor, así que me doy la vuelta y trato de pensar en otra cosa. Me dirijo al coche en busca de Mishel, para compartir la cena con ella. Ya les daré las gracias por los bocatas mañana.

Golpeo con los nudillos la ventanilla trasera del todoterreno, aunque no veo a mi compañera. Detrás de nosotros, escucho cómo la puerta del instituto se cierra y las voces se acallan poco a poco. No creo que quieran llamar la atención de más compañía esta noche, así que se dan prisa en que el silencio vuelva a ser sepulcral, o por lo menos, que no se les escuche desde el exterior. Golpeo la ventanilla otra vez y entonces veo un bulto que se mueve. Un poco exasperado, trato de abrir la puerta, pero está cerrada desde dentro.
- Mishel, soy yo, Isaac. Traigo la cena.
Ninguna respuesta. Pero la veo, está escondida bajo los asientos. Sé que está traumatizada y todo eso, pero empieza a ponerme de los nervios.
- Por Dios, Mishel, tienes que tener hambre. No hay nadie más aquí. Baja un poco la ventanilla y te daré un bocadillo.
Tengo que esperar al menos medio minuto a que se decida, pero al fin se incorpora y abre la puerta, sólo una rendija, lo suficiente para que pueda darle su comida, y cierra de nuevo. Bueno, ya está, no tendré que preocuparme de ella en un rato.


Todos parecen muy alterados durante un buen rato, incluso después de que Joseph haya regresado sano y salvo de su encontronazo con los zombis y con Isaac. La mujer que chillaba antes, que debe de ser su pareja, sigue llorando en algún aula al final del pasillo. Desde la habitación en la que estamos Lukas y yo, vemos a varias personas ir y venir, pero nadie nos dice nada. Alguien está recibiendo una bronca monumental de Marcus, creo, se le oye gritar desde aquí. Lydia aparece de vez en cuando para traernos algo, una manta, un poco de agua, cualquier cosa, pero cuando le preguntamos no responde nada en claro. Al final, cuando todo parece más calmado, conseguimos que hable un poco más.
- ¿Tienes idea de dónde salieron los zombis? -le pregunto-. Creía que esta zona estaba limpia.
- Y lo estaba -dice ella, consternada-. No sabemos de dónde vinieron, ni por qué no lo supimos antes. El vigilante debería haberlos detectado mucho antes de que llegaran, pero parece que no estaba en su puesto. Marcus quería arrancarle la cabeza, no sé cómo lo van a castigar.
- ¿Cómo está Joseph? -le pregunta Lukas.
- Bueno, está asustado -dice-, pero no ha resultado herido. Vuestro amigo lo ha protegido bien. Ha luchado como un..
- Como un animal -termina Lukas. Me molesta un poco el comentario, pero no se aleja de la realidad.
- No quería decir eso -se disculpa Lydia-. Es sólo que... bueno, no había visto a nadie luchar así.
- Nosotros tampoco -le digo yo-. Sólo a Isaac.
- Cuando empieza, es como una máquina -interviene Lukas-. No para hasta destrozarlos a todos. 
Lydia se queda intranquila con esa explicación. Creo que ha sido poco afortunada. Intento suavizar la tensión un poco.
- Pero ya has visto cómo ha protegido a Joseph. A nosotros también nos salvó la vida. A mí me la ha salvado varias veces, de hecho.
- Supongo que le debemos eso...
- Espero que lo recordéis mañana, cuando se decida si puede entrar o no. 

Desenvuelvo mi bocata y me llega el olor de la carne ahumada. Sinceramente, no es lo que más me apetece ahora mismo, pero tengo tanta hambre que no puedo más, así que le doy un bocado, luego otro, me lo trago sin apenas masticar, y en un par de minutos lo he terminado y sigo con hambre. El hambre, que nunca se me pasa. Y entonces, apenas un minuto después, siento cómo se me revuelve el estómago y tengo el tiempo justo de ponerme de rodillas junto al todoterreno para no vomitarme encima. 

Cuando termino estoy temblando y me duele todo el cuerpo. ¿Me he intoxicado con ese bocadillo? Me pongo en pie como puedo, agarrándome al parachoques del vehículo, y escruto la penumbra intentando averiguar si Mishel está bien o también se ha intoxicado. Por lo que veo, está comiendo tranquilamente, al menos tan tranquilamente como podría hacerlo. Se vuelve hacia mí cuando se da cuenta de que la observo, pero no consigo deducir nada de su expresión. Parece que a ella no le ha hecho daño la comida, así que imagino que en mi caso ha sido por mi... nueva condición. Me siento fatal, tengo hambre y la situación no parece que vaya a mejorar, así que me doy por vencido. Me siento en el suelo, al otro lado del todoterreno, apoyo la espalda en la rueda y me dedico a esperar a que salga el sol de nuevo. Aunque tampoco estoy seguro de que eso vaya a solucionar nada.

Lukas y yo estamos solos en el aula. Llevamos aquí toda la noche, sentados en el suelo junto a un montón de mesas apiladas al fondo. Lydia nos ha traído sacos de dormir, agua y un par de mantas, así que realmente tenemos todo lo que necesitamos para descansar. También tenemos una vela con la que iluminamos la habitación, aunque sé que deberíamos apagarla. Sin embargo, no consigo tranquilizarme y me paso todo el tiempo observando la calle a través de la ventana, aunque ahora la oscuridad es tan profunda que apenas puedo distinguir la silueta del coche aparcado frente a la entrada. Lukas, cansado, me pide que deje de caminar por la habitación y trate de dormir un poco. 
- Vamos a estar aquí hasta que se haga de día -dice, echando un vistazo en dirección a la puerta-. Sabes que no podemos salir, ¿no? Han cerrado desde fuera.
- Lo sé -respondo. Me siento encerrada.
- Vamos a descansar un rato, ¿vale? Isaac estará bien, y a Mishel no le pasará nada mientras él ande cerca. 
Asiento con la cabeza de mala gana y me meto en el saco de dormir. Lukas apaga la vela y escucho cómo intenta acomodarse para pasar el resto de la noche. No sé qué le estará viniendo a la mente ahora mismo, probablemente lo mismo que a mí. Cuando cierro los ojos la cabeza se me llena de imágenes aterradoras: los zombis rodeando a Sam, unas manos sujetándome mientras otras me quitan la ropa, un arma apuntándome a la cabeza, Isaac infectado, la maldita zanja de los muertos. Hago un esfuerzo por dormir, aún sabiendo que todas esas cosas me perseguirán en mis pesadillas. Estoy tan cansada que, a pesar de todo, se me acaban cerrando los ojos y siento por un rato que puedo esconderme debajo de las mantas y olvidarme del mundo.

La temperatura baja poco antes del amanecer. El frío en la cara y en las manos hace que me sienta más relajado. Sigo teniendo hambre, de todas formas, creo que no me voy a librar nunca de esta sensación. Me esfuerzo por dejar la mente en blanco. Quiero estar lejos de aquí. Comer hasta hartarme. No, mierda, no pienses en comer. Joder, me comería hasta una rata. Y sin embargo el bocadillo... tal vez fuera por el pan. Mierda, Isaac, no pienses en comer. Alex y Lukas están bien. Mishel ha sobrevivido a la noche, no le ha pasado nada a nadie a pesar de los zombis. He cumplido mi deber, he hecho lo que debía. Ahora podré descansar.

No sé cuánto tiempo ha pasado cuando escucho a alguien acercarse y se abre la puerta del instituto. Aparece un grupo de cinco o seis personas, incluyendo al que parece ser el líder, un hombre de mediana edad llamado Marcus. Parece que van a cumplir su palabra y darnos una segunda oportunidad de entrar. Marcus se adelanta y sonríe, en un intento de parecer amigable, aunque noto que todavía desconfía un poco.
- Bueno, parece que estás bien a pesar de los problemas de anoche -dice, y me cuesta saber si eso le alivia o le preocupa-. ¿Cómo está la chica?
- Está bien -respondo-. En el coche.
Escruto el grupo en busca de alguna reacción. Sobre todo, encuentro miedo. Me gustaría que Alex estuviera entre ellos, seguro que sabría decir algo bueno por mí. Esas cosas se le dan mejor a ella.
- ¿Dónde están mis amigos? -pregunto-. Quiero verlos.
Marcus asiente, evitando el conflicto, y envía a uno de sus compañeros a buscar a Lukas y Alex. Aparecen al cabo de un par de minutos que se me hacen eternos. Tienen una pinta un poco ridícula con un chándal azul bastante horrible, pero parece que están bien. Alex ignora las advertencias de Marcus y corre a abrazarme.
- ¡Isaac! -exclama-. Estaba muy preocupada por ti. ¿Y Mishel?

Echo un vistazo rápido, primero a Alex, luego a Lukas. Todavía les queda un buen trecho para recuperarse del todo, pero están limpios, sus heridas tienen buen aspecto y se les ve tranquilos, dentro de lo que cabe. Eso me tranquiliza a mí también y hace que se suavice un poco la tensión del ambiente. Me dirijo al coche y golpeo suavemente el cristal de la ventanilla trasera. Mishel está sentada mirando en mi dirección, aunque un poco ausente hasta que el sonido la sobresalta. Le pido que abra la puerta, y aunque vacila unos segundos, cede bastante fácilmente. Le doy la mano para que baje y la acompaño hasta la puerta, donde el grupo espera.

- Aquí está Mishel, como veis, sin rastro de infección -les digo, tal vez un poco desafiante-. Han pasado más de doce horas y continúa igual. Bueno, puede que tenga un poco de hambre.
Ella no dice nada, se limita a mirarnos a Alex y a mí como esperando que resolvamos la situación. Marcus piensa durante unos segundos. Al final, una mujer le dice en voz baja:
- La chica parece sana pero podría haber tenido contacto esta noche con algún zombi. Piénsalo, Marcus.
Él hace una mueca. Me están empezando a hartar con tanta tontería, hemos estado una noche a la intemperie a merced de los zombis sólo para complacerlos. Deberían tener más respeto por nosotros.
- Ningún zombi se acercó a ella, estaba dentro del coche -explico-. Y si lo hubiera hecho, ahora estaría muerta. 
Marcus todavía parece indeciso.
- Mira -les digo, un tanto exasperado-. Anoche un grupo de zombis pudo haber matado a uno de los vuestros. Le salvé la vida acabando con ellos. Creo que estáis en deuda conmigo y que deberíais aceptar a Mishel en compensación. 
Marcus y la mujer que ha hablado antes se separan un poco del grupo y hablan en voz baja.
- Está bien -dice Marcus después de pensarlo un rato-. La chica podrá entrar, y después de darse una ducha, será examinada por nuestro personal médico. En cuanto a ti...
- No tienes que preocuparte por mí -le digo-. Yo no voy a entrar.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Visita nocturna

Un murmullo crece a mi alrededor. Tengo algo atrapado en el suelo, pero de momento me mantengo inmóvil y trato de escuchar el susurro que se acerca y que poco a poco va cobrando sentido en mi cabeza. Son pies que se arrastran viniendo desde varias direcciones. Parece que tratan de rodearme. Lo que he agarrado antes gruñe y trata de zafarse, aunque no creo que pueda. Es huesudo y débil, y con la cara contra el suelo y las manos atrapadas poco puede hacer por defenderse. Tiene la piel fría y no habla, sólo gruñe. Creo recordar que la mujer que encontramos de camino al pueblo dijo que en Cornwell no había zombis. No muchos, al menos, pero es evidente por la claridad con que me llegan sus gemidos que los tengo encima, así que mejor empezar con esto cuanto antes. Cojo a la criatura por el pelo y golpeo su cabeza contra el suelo hasta que oigo romperse el cráneo y siento en las manos gotas de ese líquido viscoso y negro en el que se convierte su sangre. No creo que se levante pero, aún así, le retuerzo el cuello hasta escuchar como se parte. Me pongo de pie y aparto el cuerpo de una patada, tengo que concentrarme bien para luchar en la oscuridad. No puedo dejar que ataquen a Mishel o que entren en el instituto. 


Antes de que pueda adivinar dónde está el que tengo más cerca la puerta del edificio se abre y un rayo de luz blanca me ilumina de pleno. Hay un tío parado en el umbral. Me enfoca directamente, así que no puedo verle la cara.
- Quédate dentro -le digo, procurando no alzar la voz para no poner nerviosos a los podridos. Sin embargo, él ya ha cerrado la puerta y da unos pasos hacia mí. Se detiene al tropezar con el cuerpo.
- ¡Joder! ¡¿Qué coño es esto?!
Los otros zombis ya me habían detectado antes de que el tipo saliera, los estaba oyendo acercarse. Ahora, los gritos y la luz han hecho el resto, y cuando me doy cuenta dos de ellos ya se le han echado encima. Los aparto de un tirón, pero uno de ellos lo tiene agarrado del pelo y el hombre grita de dolor. De un golpe seco en el antebrazo parto los huesos del podrido y por fin lo suelta, aprovecho el momento para tirarlo al suelo y aplastarle el cráneo con la bota. A la luz de la linterna veo como los sesos se esparcen en blanco y negro. Es tan absurdo que parece irreal. Pero tengo que buscar al otro.


Lo encuentro muy cerca de mí, en el suelo, probablemente se ha caído al apartarlo de un empujón. En pocos segundos ha corrido la misma suerte que su compañero de fatigas. Sin embargo, tengo la certeza de que hay más.
- ¡Vuelve dentro! -le grito al hombre, que tarda unos segundos en reaccionar pero rápidamente se dirige a la puerta. Intenta abrirla, pero no puede. 
-¡Abrid, joder! -dice él, asumo que hay alguien más al otro lado, aunque creía que había venido solo- ¡Abrid!
Esto es lo más complicado. Puedo luchar contra un puñado de zombis sin apenas sudar si estoy solo, pero cuando hay que proteger a alguien todo se vuelve mucho más difícil. Quizá porque soy un poco como ellos, el resto de seres humanos siempre les parece más apetecible que yo. Pero la puerta del instituto no se abre, así que voy a tener que hacerlo una vez más. Si dejo que lo maten, ni Mishel ni yo entraremos.


Después de comer algo me siento infinitamente mejor, aunque terriblemente cansada. Marcus y Lydia nos conducen al piso superior, donde se encuentra el resto del grupo, aunque nos han dicho que no vamos a dormir con el resto todavía. Subimos la escalera y nos detenemos en la entrada de un aula que tiene la puerta entreabierta. En el interior se adivinan las formas de mesas y sillas apiladas contra una pared, pero no se ve mucho más. Lydia desaparece en busca de un par de sacos de dormir. Vuelve acompañada por alguien más, una mujer un poco mayor.
- Marcus, deberías venir a ver algo -dice la mujer, parece preocupada.
Él no pregunta, simplemente se marcha con ella y le pide a Lydia que se quede con nosotros. Se pierden en la penumbra del pasillo, pero poco después comenzamos a escuchar voces que cada vez se elevan más. Debería haberme acostumbrado ya a que las cosas se tuerzan cada vez que el apocalipsis nos da un respiro. Se oye un grito al fondo del pasillo y una mujer aparece corriendo con una linterna, probablemente allí es donde está el resto de grupo. La mujer pasa como un rayo por nuestro lado sin ni siquiera mirarnos, gritando y llorando, y baja las escaleras a trompicones. Antes de que la lucecilla de su linterna se pierda de vista un par de hombres aparecen corriendo tras ella y la siguen escaleras abajo. Lukas y yo intercambiamos una mirada en silencio. Entre los gritos de la mujer se ha distinguido claramente la palabra "Joseph". Joseph es quien ha salido a llevar algo de comida a Isaac y Mishel. Algo tiene que estar pasando con ellos.


No lo pienso mucho, simplemente me escabullo al interior del aula junto a la que estamos y abro la ventana. Abajo, frente a la puerta, Isaac aplasta un cráneo de una patada. Lukas llega rápidamente a mi lado a pesar de que Lydia nos está llamando desde la puerta.
- ¿Pero no dijeron que no había zombis por aquí?
La escena se dibuja bajo la ventana iluminada por el haz blanco de la linterna. Isaac es una máquina demoledora, cae sobre uno de ellos como una bestia y, cuando lo tiene en el suelo, estampa su cabeza contra el bordillo hasta que no queda más que una masa de despojos. Entonces lo abandona y sale en busca del siguiente. La linterna que ilumina la escena se mueve de un lado a otro, nerviosa, y pienso entonces en el pobre Joseph. Aunque no lo vemos claramente desde aquí, tiene que ser él, y ahora mismo la luz hace un barrido a su alrededor que muestra a varios zombis acercándose al lugar. Trato de distinguir a Mishel en el interior del coche, pero no la veo. Confío en que Isaac pueda protegerlos a los dos. Una mujer grita y llora en el piso de abajo.


Esto sería más sencillo si el tipo de la puerta me ayudase un poco, al menos enfocando hacia los zombis para que pueda ver desde dónde están llegando. Por lo menos ha dejado de gritar y lo único que hace es mover la luz de un lado a otro. Me empieza a marear, así que intento no hacerle caso y guiarme por mis otros sentidos para acabar con los zombis que quedan. Escucho atentamente y escruto la penumbra a mi alrededor. A mi derecha hay una papelera, tal vez pueda usarla como arma. Cuando voy a cogerla, me doy cuenta de que está anclada al suelo. Tiro de ella con fuerza un par de veces. Forcejeo un poco hasta que al fin consigo arrancarla del soporte y corro de vuelta a la puerta, donde hay un podrido acercándose peligrosamente al tío de la linterna. Le doy un fuerte golpe con la papelera en la cabeza y cae de bruces al suelo. Sigo golpeando hasta destrozarlo por completo. 

Los últimos se acercan en grupo, creo distinguir a cuatro. En lugar de dirigirse hacia la puerta, se amontonan alrededor del todoterreno. Lo golpean y lo mueven un poco, me lanzo sobre ellos sin vacilar y utilizo la papelera para aplastar la cabeza del primero de ellos contra el cristal. Los otros tres intentan alcanzar a Mishel, agarro de los pelos al que tengo más cerca, que trata de morderme al tenerme a su alcance, pero no lo consigue. Lo empujo hacia otro, que empezaba a trepar por el coche, y ambos caen en un lío de brazos y piernas. Cojo de nuevo la papelera y la dejo caer sobre ellos con fuerza. Vuelvo a hacerlo varias veces hasta estar seguro de que no se van a volver a levantar. Miro a mi alrededor, pero no veo al último. Me vuelvo y lo encuentro, avanzando torpemente hacia el tipo de la puerta. De un salto estoy sobre él y lo destrozo hasta que no puedo más, ante la mirada alucinada del hombre que sujeta temblando la linterna y un bulto envuelto en una bolsa de plástico.


Joseph ilumina a Isaac mientras termina de machacar la cabeza del último de los zombis que se han acercado al instituto. La luz tiembla y me imagino lo aterrorizado que debe de estar, más aún si no ha visto a Isaac luchar antes. Y Mishel, en el coche, no quiero ni pensarlo. Cuando Isaac se levanta, Lukas y yo contenemos la respiración. Se acerca a Joseph muy lentamente, mirándolo de arriba a abajo, se diría que evaluándolo incluso. Se queda de pie frente a él, a un par de metros, Joseph no se mueve un milímetro. Una vez acallados los gemidos de los zombis y los gritos de Joseph, el silencio es sepulcral. Ni siquiera se escuchan los lloros de la mujer que ha bajado corriendo. Isaac da un paso más hacia Joseph y alarga el brazo, tan despacio que parece que estemos viendo una película a cámara lenta. Coge algo que Joseph llevaba en la mano, una bolsa de plástico. Saca dos bocadillos del interior, le dedica una breve mirada, y se da la vuelta para alejarse de él y volver junto al coche. La puerta del instituto se abre en un estallido de voces asustadas.